lunes, 24 de noviembre de 2008

Mi Testimonio cuando era Bautista /Información tomada de la Enciclopedia Encarta

MI TESTIMONIO
Juan Carlos Martín Rojas
DIOS TUVO COMPASIÓN DE MÍ
Este testimonio fue publicado en el periódico “Luminar Bautista” de la Convención Nacional Bautista de Venezuela a finales de los 90´s; al poco tiempo me reconvertí a la fe católica romana que realmente nunca había practicado a pesar de haber recibido los Sacramentos de Bautismo y Comunión, y haber estudiado tanto tiempo en un Colegio religioso como a tantos católicos les sucede que no tienen cimentada su fe… hoy en día soy católico y mi vida espiritual se basa en los Sacramentos, la oración y la contemplación, además de otras cosas;…al final todos los caminos conducen a Roma…

Los valores que yo consideraba más importantes y que motivaban mi vida antes de realmente llegar a ser cristiano eran simplemente la realización personal y la proyección profesional, me esforzaba y trabajaba mucho (si se quiere demasiado) con la finalidad de ser “alguien” en la vida y ser reconocido y aceptado por los demás. Tenía muchos sueños, metas e ilusiones de lo que yo creía era ser “grande”, quería viajar por todo el Mundo y conocer otras culturas y países (esto último no era necesariamente malo, pero no me lo proponía hacer de la manera que a Dios le gusta, o sea tomándolo en cuenta en mis planes y bajo su guía).

A partir de los dieciocho años en 1988, comencé a vivir de una manera autodestructiva (con mucha vida nocturna que incluía vicios, malos hábitos y encuentros sexuales irresponsables). Este estilo de vida junto con mi ambición me llevó a someterme a personas y situaciones muy perjudiciales para mi integridad y salud mental, en varias ocasiones pretendí usar fríamente a la gente como simples instrumentos para alcanzar mis objetivos (de la misma manera que ellos lo hacían conmigo). De esta manera mi vida se tornó superficial y vacía en un ambiente demasiado hostil, en medio del cual lo que realmente estaba buscando en el fondo era ese “algo” que toda persona sabe que le falta muy dentro de su ser, y que trata de encontrarlo muchas veces por medios y metas que al final carecen de sentido (en esa búsqueda, entre otras cosas, practiqué una forma de budismo japonés y me hice la carta astral).

En Diciembre de 1993, en un viaje que hice a la playa, mi mente se trastornó (gracias al uso de las drogas y el alcohol, además de por una cantidad de situaciones limite a las que me vi expuesto). Decidí venirme a mi casa antes del tiempo previsto y cuando llegué yo estaba muy raro y callado, ideas derrotistas y suicidas (como por ejemplo que no hay futuro) rondaban mi cabeza. Entonces decidí ir a la Iglesia buscando ayuda, llegué con mi vida destrozada y muy desorientado, había perdido el sentido de lo que es bueno y lo que es malo. Ya había entrado en un proceso “esquizofrénico paranoide” donde tuve delirios con la televisión en que creí que yo era Jesucristo y luego el anticristo. Perdí el contacto con la realidad física y me internaron en un manicomio (donde tenía ataques de terror todo el día, ya que estaba “erradamente” convencido de que no había ninguna posibilidad del perdón de Dios para mí).

Luego de un tiempo de mucho sufrimiento (con gran miedo y culpa), y de una gran batalla mental, Dios tuvo compasión de mí y por una acción directa y poderosa del El sobre mi persona comprendí y reconocí el verdadero valor de Jesucristo como el único digno de recibir la gloria, la honra y el honor. En ese momento ese “algo” o mejor dicho ese “alguien” que tanto buscaba por medios equivocados me había encontrado a mí, o sea, Dios a través de Jesús mostrándome su verdadero amor.

A partir de ese acontecimiento mi vida ha cambiado mucho, ahora he aprendido a vivir de una manera tranquila, pisando sobre seguro y buscando lo que le agrada a Dios. Los sueños de grandeza quedaron atrás, aunque todavía quiero hacer muchas de las cosas que anhelaba, pero ahora tengo claro que es lo que realmente vale la pena en la vida (como por ejemplo el calor y seguridad de mi hogar y mi familia) y no siento más frustración ni sufro de afán por alcanzar algo que tenía apariencia de triunfo pero que al final me iba a dejar vacío. Hoy en día, por ejemplo me preocupo más por mi relación íntima con Dios o medito por igual en la certeza de la Vida Eterna y El llena mi mente de ideas buenas y positivas.

Actualmente tengo dignidad y sé que soy alguien no porque haya logrado grandes cosas a los ojos de los hombres, sino porque Jesucristo me ha dado un lugar en la familia de Dios de acuerdo con lo que El deseaba para mí. Ya no vivo persiguiendo un espejismo sino más bien bajo la realidad del Reino de los Cielos. Todavía tengo problemas y mi vida no es del todo perfecta pero ahora tengo un amigo que me tiende siempre su mano: Dios, quien ha dicho que no me desamparará jamás.

Si hubiera logrado todo lo que quería hacer sin el respaldo y ayuda de Dios, quién sabe seguramente en que mal lugar y situación estaría, además creo que lo que vale la pena es ver como a pesar de mi pasada desobediencia a los principios de Dios, El me ha hablado y actúa de una manera tan real en mi vida que hoy en día puedo dar fe de su existencia y gran poder.


San Antonio de los Altos, Edo Miranda, Venezuela. Diciembre 1998

Apéndice
A manera de información muy básica tomada de Encarta sobre la Iglesia Católica, los Bautistas, el Fundamentalismo y el Bautismo:


Iglesia católica apostólica romana, denominación de la Iglesia cristiana de mayor importancia e implantación en el mundo. En cuestiones de fe, sus componentes reconocen la autoridad suprema del obispo de Roma, el papa. La palabra católico (del griego katholikos, ‘universal’) se utiliza para designar a esta Iglesia desde su periodo más temprano, cuando era la única cristiana. Gracias a una sucesión episcopal ininterrumpida desde san Pedro hasta nuestros días, la Iglesia católica apostólica romana se considera a sí misma la única heredera legítima de la misión y de los poderes que Jesucristo encomendó a los doce apóstoles. La Iglesia católica ha ejercido una profunda influencia en el desarrollo de la cultura europea y en la introducción de los valores europeos en otras culturas. Al comenzar la década de 1990, el número de sus seguidores era de 995,8 millones (un 18,8% de la población mundial). La Iglesia católica tiene gran importancia numérica en Europa y América Latina, aunque también es considerable su influencia en otras partes del mundo.
Organización y estructura
De acuerdo con la tradición cristiana primitiva, la unidad fundamental de organización en la Iglesia católica es la diócesis, asignada a un obispo. La Iglesia católica está integrada por aproximadamente 1.800 diócesis y 500 archidiócesis, las cuales, en la actualidad, no son más que sedes más distinguidas sin la jurisdicción especial que mantenían antaño sobre los obispos cercanos. La iglesia más importante de una diócesis es la catedral, donde el obispo preside la misa y ceremonias similares. La catedral contiene la cátedra (del latín cathedra, ‘silla’) episcopal, desde donde el obispo predicaba a la comunidad en los primeros tiempos.
El obispo
El obispo posee el oficio litúrgico más importante de la diócesis. En síntesis, se distingue de un sacerdote en la capacidad de conferir las órdenes sagradas y de otorgar de forma habitual el sacramento de la confirmación. El obispo también ostenta el más alto poder jurídico de la diócesis: tiene derecho a admitir sacerdotes en su diócesis y de prohibirles el ejercicio dentro de ella, se encarga asimismo de asignar parroquias u otras tareas a los sacerdotes de su diócesis. Por lo general, el obispo delega los problemas administrativos en su vicario, su canciller u otros funcionarios. En las diócesis más amplias puede recibir la ayuda de obispos auxiliares.
El clero
El clero secular y regular se encuentra bajo la directa jurisdicción del obispo. El clero secular no se compone de miembros de órdenes o congregaciones religiosas, sino de los que han sido incorporados de una forma permanente a la diócesis bajo la autoridad del obispo local. El clero secular se compone la mayor parte de las veces de los sacerdotes de las parroquias y de los que en ellas se encuentran destinados.
Sin embargo, el clero regular se debe ante todo a sus órdenes o congregaciones, que generalmente van más allá de las fronteras de una sola diócesis. Mientras trabajen en una diócesis deben respetar las decisiones del obispo en las cuestiones públicas referidas al culto, pero disfrutan de una gran libertad en el ejercicio de sus funciones. Lo mismo puede decirse de las monjas (y también, en su caso, las hermanas) y de los monjes, que pertenecen a una congregación pero que no forman parte del clero. Su tarea principal suele ser dedicarse a las escuelas, los hospitales y otras instituciones de caridad de la diócesis. Desde el Concilio Vaticano II, los laicos, es decir, los miembros de la Iglesia que no pertenecen a ninguna orden religiosa, han asumido un papel cada vez más importante ayudando a los sacerdotes y a los obispos, en especial en temas prácticos e incluso en el ejercicio pastoral, como la catequesis (formación religiosa).
El papa

El rango de mayor autoridad de la Iglesia católica apostólica romana es el papa, cuyas resoluciones son decisivas en cualquier materia. El papa asigna diócesis a los obispos y también puede trasladarlos a otra. Aunque los obispos ejercen sus poderes gracias a su condición, no pueden hacerlo de una forma legítima sin el permiso del pontífice. El 15 de septiembre de 1965, Pablo VI instituyó el Sínodo de Obispos, un cuerpo representativo de obispos y otros cargos que puede ser consultado por el papa sobre asuntos importantes. El primer sínodo se reunió en la Ciudad del Vaticano en 1967 y desde entonces lo ha vuelto a hacer varias veces. Los sínodos no deben confundirse con los concilios ecuménicos, solemnes reuniones de todos los obispos del mundo. La Iglesia católica sólo ha celebrado 21 concilios de este tipo en toda su larga historia. El último fue el Concilio Vaticano II (1962-1965). Mientras se reúnen con el papa, los concilios ejercen la autoridad suprema dentro de la Iglesia.
Los cardenales
Los cardenales son los más altos dignatarios de la Iglesia después del papa. Son elegidos por el sumo pontífice y forman el Sacro Colegio Cardenalicio. Al morir el papa eligen a su sucesor en un cónclave. La mayoría de los cardenales son obispos de diócesis situadas por todo el mundo y otros son jefes de congregaciones sagradas de la administración papal. El Sacro Colegio Cardenalicio estaba limitado a 70 miembros (6 obispos cardenales, 50 sacerdotes cardenales y 14 diáconos cardenales). En 1991 el número de cardenales era de 163 y la mayoría había sido nombrada por el papa Juan Pablo II.
La curia
El papa es ayudado en la administración de la Iglesia por una compleja burocracia denominada curia. De orígenes remotos, la curia se halla en la Ciudad del Vaticano. Hoy está dirigida por el secretario de Estado, al que informan diferentes oficinas que son actualmente la Sagrada Congregación para los Asuntos de la Iglesia y otras 10 congregaciones, tres tribunales, tres secretarías y otros despachos.
Iglesias de rito oriental
La mayor parte de los miembros de la Iglesia católica sigue una disciplina, un ritual y un canon tradicional que se desarrolló en los primeros años de la diócesis de Roma. Sin embargo, otros siguen sus propias tradiciones seculares. Éstos pertenecen a las Iglesias de rito oriental o Iglesias uniatas, como la maronita, la caldea, la rutena o la ucraniana. Algunas de estas Iglesias practican con todo derecho la comunión con vino y pan, el bautizo por inmersión y permiten que el clero contraiga matrimonio.
Doctrinas distintivas

Aunque la Iglesia católica mantiene algunas doctrinas que la distinguen de otras Iglesias cristianas, su característica más acusada es la amplitud y universalidad de su tradición doctrinal. La Iglesia católica fija sus orígenes en las primeras comunidades cristianas y no reconoce ninguna ruptura decisiva en su historia, con lo que se considera heredera de todo el legado teológico apostólico, patrístico, medieval y moderno. Aunque esta universalidad doctrinal pueda aparentar que carece de coherencia interna, ayuda a legitimar el término ‘católico’ (universal) que la Iglesia se adjudica incluso en cuestiones de doctrina. En principio la Iglesia no excluye ningún enfoque teológico y desde la encíclica Divino afflante spiritu (1943) de Pío XII ha reconocido de forma oficial los métodos modernos de exégesis en la interpretación de la Biblia. Su participación en el movimiento ecuménico desde el Concilio Vaticano II ha hecho que muchos católicos aprecien el punto de vista doctrinal incluso de los protestantes, que rompieron con la Iglesia en el siglo XVI.
La Biblia
Como las otras Iglesias cristianas, la católica tiene en la Biblia el pilar de sus enseñanzas. Este punto nunca ha sido cuestionado y grandes teólogos como santo Tomás de Aquino sostienen que “sólo las Escrituras” son la fuente de la teología. Pero incluso desde este punto de vista muchos teólogos mantuvieron que algunas verdades o ritos (como el bautismo de los niños), aunque no se describen en las Escrituras, son válidos por su tradición dentro de la Iglesia. Acordaron además que las decisiones de la Iglesia, en especial las que toman los concilios ecuménicos, son interpretaciones auténticas de la doctrina cristiana y por tanto vinculantes e irrevocables para toda la Iglesia de Cristo.
La tradición
Como reacción a la insistencia protestante durante la Reforma sobre el principio de las Escrituras como única fuente, el Concilio de Trento afirmó en su cuarta sesión que la verdad cristiana se encuentra en los “libros escritos” y en las “tradiciones no escritas”. Aunque en esta decisión se habla sobre todo y casi en exclusiva de la Biblia, la inserción de la expresión “tradiciones no escritas” se interpretó hasta hace poco tiempo como la existencia de “dos fuentes” para iluminar la doctrina. Hoy se debate sobre su sentido, pero su importancia ha sido reducida al haberse llegado a un acuerdo entre los estudiosos católicos y protestantes: se admite que los libros del Nuevo Testamento son por sí mismos fruto de varias tradiciones o escuelas de la Iglesia primitiva.
La sucesión apostólica
En relación con el concepto teológico de tradición se encuentra la doctrina referente a la sucesión apostólica, es decir, la transmisión sin interrupción de la función religiosa desde los tiempos de Jesús hasta la actualidad. La doctrina se encuentra ya en la Epístola a los corintios, pero es atribuida, según la tradición, al papa Clemente I. Existe también en una versión revisada dentro de algunas confesiones protestantes, pero se sostiene con mayor intensidad dentro de la Iglesia católica. Se la considera como la fuente de la sucesión de los obispos en su ejercicio, y de su autoridad y liderazgo. El ejemplo más evidente de estas ideas es que el papa es el sucesor de san Pedro, elegido por Jesús como la máxima autoridad de su Iglesia (Mt. 16,16-18). Por tanto, el catolicismo le otorga la misma autoridad y los mismos dones espirituales en la Iglesia de hoy que en las primeras comunidades apostólicas.
Implícita en estas creencias está la idea de que la Iglesia tiene el derecho y el deber de enseñar la doctrina y la moral cristianas de forma autoritaria. La corrección de estas enseñanzas viene asegurada por la presencia continuada del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia. A efectos prácticos, la teología católica atribuye esta autoridad a los obispos, al papa y a los concilios ecuménicos. Bajo ciertas circunstancias, sus enseñanzas se consideran infalibles; la autoridad de la Iglesia en sus enseñanzas se denomina de modo global como magisterio de la Iglesia desde el siglo XIX.
La Iglesia
Dado el énfasis que la doctrina católica pone en la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia, la teología católica se ha ocupado más de los estudios eclesiásticos que la teología de otros credos cristianos. Para corregir una concepción demasiado jurídica de la Iglesia, el Concilio Vaticano II denominó misterio a esta presencia y favoreció expresiones como “pueblo de Dios” para describirlo. Una creencia fundamental de la Iglesia católica a lo largo de todos los tiempos es que el amor y la gracia divina sólo pueden ser transmitidos al mundo a través de la Iglesia.
Los santos

La Iglesia católica favorece la veneración de los santos y de la Virgen María con más entusiasmo que otras iglesias occidentales. En 1854, el papa Pío IX proclamó la doctrina de la Inmaculada Concepción de María y en 1950 el papa Pío XII proclamó su Asunción. Debido a las críticas que recibe la Iglesia católica por dejar que la veneración a los santos oscurezca la adoración debida a Dios, la Iglesia ha intentado limitarla reduciendo en la liturgia el número de adoraciones con días señalados. Los católicos también creen que pueden ayudar a través de sus rezos y sus buenas acciones a quienes han muerto sin haber sido purificados de sus pecados. Esta creencia está muy relacionada con las doctrinas del purgatorio y de la indulgencia.
Culto y costumbres
El culto católico está sin lugar a dudas centrado en la misa, a la que deben asistir los creyentes todos los domingos y en algunas celebraciones importantes del año. La misa se celebra a diario en la mayoría de las iglesias y es una parte esencial de los matrimonios, los funerales y otros ritos católicos.
La misa
La misa se compone de varias partes. Las más importantes son la liturgia de la palabra y la eucaristía, durante la que se realiza la comunión. Dentro de esta estructura puede haber muchas variantes en la utilización de la música, la pompa u otros métodos para hacer el servicio más apropiado a cada oportunidad.
Este potencial para la variación está ilustrado de forma gráfica en la historia de la misa y en las diferencias que existen hoy entre el rito romano y el oriental. Los cambios más radicales nunca realizados en el rito romano fueron los que instituyó el Concilio Vaticano II en su Sacrosanctum concilium (4 de diciembre de 1963). La tendencia general de estas modificaciones era la de extirpar las complejidades litúrgicas de la misa que enturbian su objetivo y su estructura general. De todas las novedades del Concilio ninguna fue más espectacular que la traducción de la liturgia y de los ritos de la Iglesia del latín original a las lenguas vernáculas modernas.
Sacramentos
La eucaristía es uno de los siete sacramentos, que son los ritos simbólicos más importantes que la Iglesia ofrece a sus miembros. Los católicos creen en la presencia real de Cristo en la eucaristía a través del pan y el vino convertidos en su cuerpo y su sangre (transubstanciación) y se los anima a recibir la eucaristía en todas las misas a las que asistan. Los otros sacramentos son el bautismo, la confirmación, la penitencia, las órdenes sagradas, el matrimonio y la extremaunción. La teología católica enseña que estos símbolos, instituidos por Cristo, tienen un beneficioso efecto espiritual sobre el que los recibe al margen de la fe o la virtud del que los administra (ex opere operato).
La reforma litúrgica del Concilio Vaticano II modificó el sacramento de la penitencia, restándole importancia respecto a la confesión de una detallada lista de pecados para subrayar la naturaleza benefactora del perdón divino obtenido a través del sacramento. Para enfatizar este propósito, se optó por el término alternativo ‘sacramento de reconciliación’. Además de revisar otros sacramentos, el Concilio determinó que la extremaunción debe efectuarse al superar cada enfermedad grave o al llegar a una avanzada edad con el objeto de que no se posponga hasta el momento de la muerte. Por tanto, ya no deberá llamarse extremaunción, sino en puridad, unción de los enfermos.
Pese a lo que se cree, el oficiante del sacramento del matrimonio no es el sacerdote, sino cada uno de los contrayentes. La unión que este sacramento crea entre dos personas bautizadas no puede ser rota según la teología católica. Sin embargo, existen numerosas condiciones para que una unión sea inválida, por lo que a veces es posible que la Iglesia declare, tras estimarlo, que un matrimonio ha sido nulo y sin efecto desde el principio. La anulación, a veces considerada el equivalente católico del divorcio, se basa en diferentes principios. La Iglesia enseña que el propósito del matrimonio es el amor mutuo y la procreación.
Otras prácticas
Los católicos expresan su fe de muchas maneras además de asistiendo a la misa y recibiendo los sacramentos. El rosario de la Virgen María, por ejemplo, aún es muy popular. En las últimas décadas, la obligación de ayunar y de no comer carne en algunas fechas se ha hecho opcional, pero aún es respetada por muchos fieles. Aunque ha desaparecido la insistencia histórica de los obispos acerca de que los niños deben estudiar en centros dirigidos por la Iglesia católica, muchos católicos lo siguen haciendo, por lo que la Iglesia mantiene un importante sistema de escuelas primarias y secundarias, y financia un gran número de universidades en todo el mundo y un número aún mayor de cátedras de teología. La Iglesia católica es responsable de forma directa o indirecta de un gran número de publicaciones que comprenden desde periódicos populares hasta estudios escolásticos muy complejos.
Cuestiones contemporáneas
La Iglesia católica se ha caracterizado en los últimos tiempos por mantener posiciones inflexibles en cuestiones polémicas. Desde la encíclica Rerum novarum (1891) del papa León XIII, los pontífices han denunciado las injusticias de las condiciones sociales y económicas creadas por las sociedades modernas industrializadas, y han propuesto soluciones. Han denunciado la guerra nuclear, solicitado de modo reiterado el final de la carrera armamentística e intentado detener la explotación de las naciones pobres por las ricas. La protección a los derechos humanos en el campo social, económico y político ha sido la guía de estas declaraciones. La llamada teología de la liberación, articulada y defendida por numerosos intelectuales católicos latinoamericanos, ha intentado encajar estas preocupaciones en un marco de análisis menos tradicional, apelando incluso a ideas marxistas.
Desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha animado a los católicos a trabajar con miembros de otras confesiones para alcanzar fines comunes y para reunir las diferentes Iglesias cristianas. Aunque la Iglesia católica nunca se ha adherido al Consejo Mundial de las Iglesias, mantiene contactos con esta institución. En reconocimiento a los valores espirituales de otras religiones, las misiones católicas posteriores al Concilio han pasado del proselitismo disciplinario y excluyente a la práctica de un diálogo más respetuoso con esos valores.
En otras cuestiones la Iglesia ha sido más conservadora y no menos inflexible. La prohibición de los métodos artificiales de control de la natalidad fue reiterada por el papa Pablo VI en su encíclica Humanae vitae (1968). Este documento levantó objeciones en círculos teológicos e incluso episcopales, algo insólito para el pontificado moderno. Aunque su importancia aún se debate, es desde luego la afirmación más autorizada al respecto dentro de la Iglesia católica, cuya frontal oposición a las leyes de liberalización del aborto ha provocado respuestas políticas en contra de la voluntaria interrupción del embarazo en algunos países occidentales. Aunque la Iglesia permite que las mujeres administren la eucaristía y realicen otras funciones en circunstancias extraordinarias, prohíbe que sean ordenadas sacerdotes o diáconos. Para los sacerdotes del rito romano el matrimonio está prohibido de forma taxativa.
Historia
Hasta la ruptura con la Iglesia oriental en 1054 y con las Iglesias protestantes en el siglo XVI resulta imposible separar la historia del catolicismo de la historia del cristianismo en general. Sin embargo, la visión de su historia para la Iglesia está basada en lo que considera su continuidad sin interrupciones desde la Iglesia del Nuevo Testamento, y por tanto acepta la legitimidad de la evolución de su doctrina y de su estructura desde entonces. Los grandes cambios culturales, teológicos y disciplinarios de la historia cristiana no se estiman por tanto desviaciones de una norma absoluta de la Iglesia apostólica. Se consideran más bien como la expresión de una forma diferente y más elaborada de impulsos que ya existían desde su principio.
La Iglesia primitiva
El primer gran cambio en la historia cristiana fue su expansión desde Palestina hasta el resto del Mediterráneo en las décadas que siguieron a la muerte de Jesús. En poco tiempo, el cristianismo adquirió el idioma y el vocabulario filosófico del mundo grecorromano para expresar y difundir su mensaje, así como los procedimientos y la organización del Imperio romano. Sin embargo, la característica figura del obispo ya había aparecido a mediados del siglo II. El reconocimiento de la Iglesia por el emperador Constantino I el Grande en el 313 consolidó esta evolución y proporcionó apoyos a la Iglesia en las grandes polémicas doctrinales de los siglos IV y V que determinaron su ortodoxia. En el siglo V, el papa León I, obispo de Roma, reclamaba y ejercía hasta cierto punto la primacía sobre congregaciones cristianas de otros lugares.
La Iglesia medieval
La caída del Imperio romano de occidente y la incorporación de los pueblos germánicos a la Iglesia tuvieron un gran impacto en todos los aspectos de la vida religiosa general, incluida una disminución del poder episcopal entre los siglos VII y XI. Bajo la dirección de un Papado reformado a finales del siglo XI se restauraron los derechos episcopales en medio de la amarga Querella de las Investiduras que los papas sostuvieron frente a varios emperadores. Como resultado de esto, el Papado emergió como el dirigente reconocido de la Iglesia de occidente. El papa disponía además de una curia cada vez más centralizadora y eficiente. El Derecho canónico fue revitalizado y puesto en práctica, enfatizando el papel del pontífice en el gobierno de la Iglesia. Estas transformaciones, sumadas a las Cruzadas, hicieron que la reconciliación con la Iglesia oriental, después del Gran Cisma de Occidente (1054), fuera más difícil.
El periodo moderno

En parte como reacción a los cambios que nacieron de la Querella de las Investiduras, la Reforma protestante estalló en pleno siglo XVI. La Iglesia católica respondió con la Contrarreforma, reafirmando las tradiciones que se habían implantado con el tiempo y en particular los elementos más atacados, como la teología escolástica, la eficacia de los sacramentos y la primacía del papa.
Los ataques que la Iglesia recibió de la Ilustración y de la Revolución Francesa condicionaron la posición defensiva que el catolicismo mantuvo hasta mucho tiempo después. El Concilio Vaticano II intentó suavizar esta actitud. Aunque los cambios que este Concilio introdujo originaron una considerable confusión durante algunos años, la Iglesia católica mantiene su estabilidad y se expande en muchas regiones del mundo.

Religión U.S.A.


El congregacionalismo era la confesión más practicada en Nueva Inglaterra durante la época colonial, establecida por grupos separatistas y puritanos disidentes de la Iglesia de Inglaterra. Los colonizadores de la región más al sur eran oficialmente miembros de la Iglesia de Inglaterra mientras que hacia el norte había diversos credos y sectas.
Las iglesias de los puritanos eran congregaciones separadas, cada una vinculada por un pacto entre sus miembros. Hasta 1691, la colonia de la bahía de Massachusetts era una teocracia, donde la asistencia a la iglesia era obligatoria y sus miembros estaban capacitados para votar y ocupar un cargo público. Las confesiones no congregacionistas, en especial el baptismo y los cuáqueros (véase Sociedad de los Amigos), se consideraban hostiles y, a menudo, eran perseguidas por el gobierno colonial.
En la región costera del sur del Atlántico estaba establecida la Iglesia de Inglaterra; a los miembros de confesiones no anglicanas —por ejemplo, baptistas y presbiterianos— solía prohibírseles predicar y celebrar matrimonios.
Las colonias más al norte permitían mayor libertad religiosa. Los primeros colonizadores europeos de esta región fueron los holandeses, que trajeron las creencias y prácticas de la Iglesia reformada. En 1654, el primer grupo organizado de colonos judíos llegó a Nueva Amsterdam, capital de Nueva Holanda. Después que los británicos tomaran Nueva Holanda (1654), la Iglesia de Inglaterra aumentó allí su influencia. En 1632, el territorio que ahora comprende Maryland fue concedido a la familia católica de los Calvert, que colonizaron la región con el objetivo de proporcionar un refugio a sus correligionarios perseguidos; pero con el paso del tiempo el anglicanismo pasó a ser la religión de Maryland. Según los términos de la carta otorgada en 1681, el cuáquero inglés William Penn fundó Pennsylvania como refugio para los seguidores de todas las religiones. Durante el periodo colonial se introdujo el luteranismo en Pennsylvania, Nueva York y Delaware. A finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, los colonizadores escoceses y e irlandeses introdujeron el presbiteranismo en las colonias del Atlántico Medio. Durante la segunda mitad del siglo XVIII, los metodistas se establecieron en esta región.
El movimiento de los renacimientos religiosos que se desarrolló a mediados del siglo XVIII (conocido como Gran despertar) supuso una influencia liberalizadora para la religión del territorio colonial: permitió fortalecer las confesiones metodistas y baptistas, lo que preparó el terreno para la separación de la Iglesia y el Estado cuando se fundó Estados Unidos como nación independiente.
Entre los acontecimientos religiosos del siglo XIX destaca la fundación de varias iglesias autóctonas, entre las cuales estaba la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (cuyos seguidores se conocen popularmente como mormones), la Ciencia de Cristo, los adventistas y los Testigos de Jehová. En la actualidad el grupo religioso más grande lo representan los católicos, con un 25% de la población estadounidense. Entre los principales grupos protestantes están los baptistas (19,4%), metodistas (8%), presbiterianos (2,8%), pentecostistas (1,8%) y episcopalianos (1,7%). La Iglesia ortodoxa tiene un gran número de seguidores, cercano al 3%. Las religiones no cristianas más numerosas son el judaísmo (2%) y el islam; el budismo y el hinduismo también tienen bastantes seguidores.
Para más información sobre la religión en Estados Unidos, véanse artículos concretos; por ejemplo, véase Fundamentalismo; Movimientos misioneros.

Anabaptistas, nombre aplicado a ciertas sectas religiosas que surgieron en Europa durante la Reforma, principalmente en países como Alemania, los Países Bajos y Suiza. El nombre significa “el que se bautiza nuevamente”; se refiere a la práctica anabaptista de bautizar a adultos, aunque la persona ya hubiera sido bautizada en su infancia.
Doctrinas y prácticas
Al igual que los luteranos y los calvinistas, los anabaptistas creían que la fe que cada persona tuviera en Dios era de suprema importancia, en oposición a los rituales y al derecho a juicios independientes y personales. Sin embargo, los anabaptistas se diferenciaban de los luteranos y de los calvinistas porque ellos defendían, entre otras prácticas, la no-violencia y estaban en contra de las iglesias gobernadas por el Estado. Este movimiento se basaba en congregaciones voluntarias de conversos, los que se habían sometido a la experiencia del bautismo siendo adultos y por decisión personal. La Iglesia del Estado estaba organizada de forma jerárquica, basada en la parroquia que a cada persona le correspondía, ya fuera porque había nacido allí o porque vivía cerca de ella. Algunos anabaptistas querían establecer comunidades cristianas comunales e igualitarias, y no estaban de acuerdo con participar en el gobierno civil y con prestar juramentos. El último estatuto disciplinario de la Iglesia, la exclusión, llevaba a la excomunión y al ostracismo a los pecadores impenitentes.
Historia
En los inicios de 1520, muchos líderes religiosos comenzaron a predicar en contra de la Iglesia y de las prácticas sociales en Suiza, Alemania y Austria. Dentro de este grupo se encontraba Konrad Grebel, nacido en Zurich, el bávaro Hans Denck, y el alemán Balthasar Hubmaier. Un poco más jóvenes que Zuinglio y Lutero, estos hombres se vieron envueltos en las guerras de los campesinos y bajo el dominio del imperio de los Habsburgo. Conocidos como los Hermanos o los Hermanos Suizos, creían que la Biblia negaba el bautizo a niños y el celebrar la misa. Los anabaptistas insistían en el bautizo de creyentes adultos, que eligen bautizarse por libre elección, y en la cena conmemorativa del Señor (véase Bautismo; Eucaristía). Debido a que los anabaptistas no aceptaban la jerarquía de la Iglesia ni la autoridad de los organismos civiles en temas de tipo religioso, fueron acusados de sedición y herejía, siendo víctimas de persecuciones y martirios.
Otro grupo que también fue considerado como anabaptista fue el de los protestantes más radicales, tales como Jakob Hutter, comunalista y fundador de los Hermanos de Hutterian y Thomas Münzer. Fue también importante Jan Beuckelzoon o John de Leiden, quien se declaró a sí mismo rey de los llamados Nuevos Sionistas en Münster, Westfalia, en 1534. Bajo su dirección, la poligamia era muy castigada y los bienes materiales, propiedad de todos; su mandato terminó después de un año de asedio a la ciudad; Beuckelzoon fue ejecutado en 1536. Por toda Europa siguieron surgiendo grupos anabaptistas que empleaban distintos nombres. Uno de los grupos más importantes fue el de los menonitas, dirigidos por el reformador holandés Menno Simons.
El anabaptismo se preocupaba principalmente de la gente pobre y de los campesinos y artesanos sin educación. Los anabaptistas fueron muy perseguidos por toda Europa, principalmente porque dos grupos muy influyentes de la sociedad, los aristócratas y los líderes de la Reforma ortodoxa, se unieron en contra de su igualitarismo y su oposición a las iglesias gobernadas por el Estado. Reformadores ortodoxos como el suizo Ulrico Zuinglio, Martín Lutero y sus seguidores, generalmente usaban el nombre de Anabaptistas para referirse en forma despectiva a cualquier secta protestante radical o que no fuera ortodoxa.
Muchos de los estudios históricos más recientes han reivindicado el movimiento anabaptista. Hoy en día el movimiento es visto como una corriente importante que existió durante el periodo de la Reforma, especialmente por su modo de ver la vida como un sacramento y porque incidentes tales como el de Münster, son considerados sólo como desviaciones de la espiritualidad normal anabaptista.

Fundamentalismo, movimiento conservador surgido entre los protestantes que se inició en Estados Unidos a finales del siglo XIX. Subrayaba las siguientes creencias como rasgos esenciales e indiscutibles del cristianismo: la infalibilidad de la Biblia, el nacimiento virginal y la divinidad de Jesucristo, su sacrificio en la cruz como expiación de los pecados de la humanidad, la resurrección física y la segunda venida de Cristo, así como la resurrección física de los creyentes.
Orígenes
El fundamentalismo tiene sus orígenes en el evangelismo estadounidense de los siglos XVIII y XIX; hasta mediados del siglo XIX, sus principales creencias eran mantenidas por la mayoría de todas las confesiones protestantes ortodoxas. El fundamentalismo como movimiento conservador organizado data de principios del siglo XX; se desarrolló a partir de una serie de conferencias sobre la Biblia, la primera de las cuales tuvo lugar en 1876, que fueron convocadas por miembros de varias denominaciones que se oponían al estudio literario histórico de la Biblia, conocido como la crítica mayor; también los intentos (que existen aún) por reconciliar las creencias y doctrinas tradicionales cristianas con la experiencia y el conocimiento contemporáneos y la aceptación de una idea específica del mundo, en especial la popularización de la teoría de la evolución. Muchos miembros conservadores de confesiones protestantes se oponían a estas doctrinas y creencias.
Los miembros más conservadores de cada confesión intentaron al principio excluir de estas instituciones a aquellas personas a las que consideraban liberales abiertos e inflexibles. Como resultado de ello, se destituyó a un gran número de ministros y teólogos por la fuerte crítica que habían realizado. Estos grupos conservadores, sin embargo, dieron vida a diversas organizaciones e instituciones educativas para propagar su credo.
El fundamentalismo floreció en 1909 con la publicación de 12 libros llamados Los fundamentos. En el momento en que se publicó el último volumen de la serie, se habían distribuido 3 millones de ejemplares en el mundo.
Desarrollo
El fundamentalismo se propagó en la década de 1920. Fue más fuerte su implantación en las áreas rurales, de forma muy especial en California, en los estados fronterizos y en el Sur. En estas áreas, los fundamentalistas describieron con claridad el tema de la infalibilidad bíblica en asuntos históricos y científicos. La controversia sobre este tema se hizo más intensa en la esfera secular cuando los fundamentalistas exigieron a muchos gobiernos estatales que aprobaran una ley para prohibir la enseñanza de la teoría de la evolución en las escuelas públicas. Algunos de ellos, como Tennessee, aprobaron dicha ley. El decreto de Tennessee llevó en 1925 al proceso, que alcanzaría un gran eco internacional, de John Thomas Scopes, un profesor de enseñanza secundaria que fue acusado de enseñar la evolución y desafiar la ley. En 1968 el Tribunal Supremo de Estados Unidos sentenció que esa ley era inconstitucional.
El fundamentalismo perdió ímpetu a principio de la década de 1930. La principal razón fue la aceptación por los estadounidenses de las teorías y métodos modernos, de doctrinas religiosas más liberales y la falta de una organización nacional eficaz para dirigir las asociaciones fundamentalistas. El fundamentalismo, junto con el ya citado y más moderado movimiento evangelista, ha recobrado fuerza desde entonces, sobre todo como reacción frente a los movimientos teológicos contemporáneos como el ecumenismo, la nueva ortodoxia y el modernismo (teología y filosofía). En 1948 se creó un grupo fundamentalista internacional, con sede en Ámsterdam, el Consejo Internacional de las Iglesias Cristianas, que afirma tener apoyo de 45 confesiones en 18 países; en la convención fundacional, algunos miembros de este grupo se opusieron a los propósitos del Consejo Mundial de las Iglesias y presentaron su comunidad como una alternativa al Consejo.

Bautismo (en griego, baptein, sumergir), en las iglesias cristianas, rito universal de iniciación, administrado con agua, normalmente en el nombre de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) o en el nombre de Cristo. Las iglesias ortodoxas y baptistas administran el bautismo mediante la inmersión total. En otras iglesias, verter (afusión) y rociar (aspersión) son los ritos más comunes. La mayoría de las iglesias consideran el bautismo como un sacramento, o un signo de gracia; algunas lo consideran simplemente como una orden o rito mandado por Cristo.
Antecedentes del bautismo
El agua se utilizaba como símbolo de purificación en muchas religiones desde fechas muy lejanas. En el mundo antiguo, las aguas del Ganges en India, del Éufrates en Babilonia, y del Nilo en Egipto se utilizaban para baños sagrados. El baño sagrado era también conocido en cultos mistéricos helenos.
Bautismo judío
La ley judía establecía la utilización del agua como limpieza ritual (Lev. 11,25-40; 15,5-7); y Elisha ordenó al dirigente sirio Naaman que se sumergiera en el río Jordán para ser limpiado de lepra (Re. 2,5). Antes del siglo I d.C., se pedía a los conversos al judaísmo que se bañaran (o bautizaran) ellos mismos como signo de aceptación de la alianza (tebilath gerim). Algunos de los profetas consideraron más tarde que los exiliados judíos que volvían a casa cruzarían el río Jordán y serían rociados con su agua para ser limpiados de sus pecados antes del establecimiento del reino de Dios (Ez. 36,25). En esta tradición, el contemporáneo de más edad que Jesús, Juan Bautista, urgió a los judíos a bautizarse en el Jordán para la remisión de sus pecados (Mc. 1,4).
Bautismo cristiano
Jesús fue bautizado por Juan al principio de su ministerio público (Mac. 1,9-11). Aunque no está claro que el propio Jesús bautizara, el Cristo resucitado ordenó a sus discípulos que predicaran y bautizaran a los pueblos (Mat. 28,19) como señal de la venida de la ley de Dios. Así, desde el principio, el bautismo se convirtió en el rito cristiano de iniciación (He. 2,38).
Al igual que el bautismo de Juan, el bautismo cristiano se realiza para la remisión de los pecados. Muy influido por la doctrina de san Pablo, vino a ser entendido también como participación en la muerte y resurrección de Cristo (Rom. 6,3-11). Es también el camino sacramental por el que los conversos reciben los diferentes dones del Espíritu Santo (He. 19,5-6; 1 Cor. 1,12). El bautismo era con frecuencia llamado iluminación en la Iglesia primitiva. Vino a ser considerado también como la renuncia al mundo, al demonio y la carne, así como un acto de unión a la comunidad de la Alianza.
Desarrollo del rito
El rito del bautismo se fue adornando gradualmente. Los primitivos escritos cristianos, tales como el Didaké, describen un servicio muy sencillo. Alrededor del siglo III, sin embargo, el bautismo se convirtió en una liturgia elaborada. La Tradición Apostólica (c. 215), del teólogo san Hipólito, describe, como parte del rito, un ayuno preparatorio y de vigilia, una confesión de los pecados, la renuncia al demonio y un lavado con agua, seguido de una imposición de manos o unción con aceite. En la Iglesia occidental, la imposición de manos y la unción evolucionaron hacia un sacramento diferente de la confirmación.
Bautismo de niños

Probablemente los niños eran bautizados en la Iglesia primitiva, siguiendo la filosofía judía de que incluso los niños más jóvenes pertenecen a la comunidad de la alianza. La Tradición Apostólica habla explícitamente de ello. Sin embargo, puesto que los pecados eran considerados como imperdonables (o podían ser perdonados sólo una vez), el bautismo era con frecuencia pospuesto todo lo posible. Sin embargo, entre los siglos IV y VI, debido a que la actitud con respecto a los pecados cometidos después del bautismo fue más tolerante (por el desarrollo de la costumbre de la penitencia) y a que aumentó el miedo a morir sin ser bautizados, el bautismo de los niños se convirtió en una premisa obligatoria.
Bautismo en iglesias protestantes
La mayoría de las iglesias protestantes adoptaron puntos de vista y prácticas tradicionales con respecto al bautismo, aunque con frecuencia, haciendo hincapié en su carácter de alianza más que en su relación con el pecado. Baptistas y anabaptistas, sin embargo, insisten en el bautismo en la edad adulta, apoyándose en la doctrina de que sólo los adultos pueden ser culpables de actos pecaminosos, de arrepentimiento, y la comprensión de la doctrina de la salvación, punto de vista también adoptado por las iglesias pentecostales y los grupos neopentecostales.